20 September 2006

Catari! Catari!

Suena el vigésimo-primer cañonazo, y nos despedimos al sonido de las gaitas.
Entre suspiros, la mujer de al lado dice: "Dios lo quiso, y por ello yo lo quiero..."
Y a mí, me pasa lo que Silvio Rodríguez dice que sucede con la era: Estoy pariendo un corazón.
Entre aullidos de dolor y suspiros, pretendo dejar salir algo que lleva meses gestándose; algo que antes estaba muerto... Pretendo recuperar un semblante de sensibilidad. Y el primer paso, es admitirme débil. Admitir que duele. Admitir que soy capaz de sentir dolor. Admitir que no tengo habilidad o don alguno que pueda sanar lo que sienten los que me rodean; admitir que todo este tiempo cultivando "dones" y "ciencias" ha sido en vano, admitir que el único bálsamo que tengo son mis brazos, patética pomada de la campana cuando lo que se tiene es una pinche hemorragia interna. No hay palabra, no hay cuento, no hay discurso, no hay Derecho, no hay saber suficiente... No puedo hacer nada para curar el dolor de los míos... y si el suyo no se va, menos el mío.
Me siento débil. Me siento mal.
¡Que te calles! ¡Déjame en paz! ¡No, no quiero ir!

Mi corazón sufre; no sufre con los muertos (ellos ya no sufren), sino con los vivos, con los que palpitan, con los que lloran, con los que abrazan, con los que cantan...
Pero la distancia, la enorme distancia que marcan las prioridades sociales -de la que soy, en parte, culpable- es mucha para que mis endebles piernas la recorran. Así, yo no soy el que da los abrazos, aunque pudiera o aunque me nazca, porque no los conozco, porque otros vienen primero, porque no se dieron las cosas... porque no fui amigo.

Ojalá que ésta vez, el corazón sí nazca vivo y viable. Ojalá que no suceda como en veces pasadas, donde yo mismo he aniquilado el fruto de mi dolor con el mal de la indolencia. Ojalá que, mínimo, ésta vez se conserve vivo.

Si alguien, en espíritu de generosidad, quisiera llorar conmigo, no sé si encontraré en mí las lágrimas, no sé si funcionarán mis brazos... pero sé que lo agradeceré con una lealtad inquebrantable hasta el fín de mis días. Espero que cuando esa fecha llegue, haya amigos, haya cañonazos, haya gaitas, y haya llanto. Espero que cuando me vaya, haya quien diga "fue alguien"...

Y cierro con las palabras de Tablada:
"...Yo quisiera
Saber qué oscuro advenimiento espera
Al amor infinito de mi alma
Si de mi vida, en la tediosa calma,
No hay ni un Dios, ni un amor, ni una bandera..."

1 comment:

El Autor said...

Cuando te vayas yo organizo la pedota y la seguimos cuando te alcance :D
Y nos llevamos unos dados de 20 pa pasarla bien