30 April 2010

La Fe de Oro'ir

Oro'ir se marchaba contento. El Sombrío Emperador de los Odios, custodio de las Sagradas Leyes de los Pueblos, mantenía el delicado balance entre los Cinco Pueblos mediante la temida amenaza de los Odios, seres sombríos que parecían poco más que una mancha de tinta sólida y animada, pero que podían consumir a cualquier ser viviente con sólo tocarlo. Aunque ninguno de los Cinco Pueblos lo admitiría, era el temor a los Odios el que había mantenido la paz, más que cualquier otra cosa.

Oro'ir jugaba de buen grado a los juegos de supuesta civilidad de las Cortes de los Cinco Pueblos; intervenía cuando pactaban nuevas paces, alentaba y permitía el desarrollo, que traía consigo crecimiento y expansión... A sabiendas de que el desarrollo del reino vecino no pasaría inadvertido para los pueblos fronterizos, y que a la larga, las envidias harían estallar la inevitable confrontación.

Es entonces cuando los Cinco Pueblos recibían un recordatorio forzoso de la verdadera naturaleza del Sombrío...

Era precisamente esta capacidad de dominar sus voraces apetitos, la que le había concedido el mando de los Odios: Mientras que sus predecesores y compañeros daban rienda suelta a los mismos en pequeñas escaramuzas contra otros Odios, Oro'ir sabía mantener una imagen de civilidad y aparentar que nada ocurría. Con lo que sus enemigos, Odios o extraños, conocedores del apetito insaciable de los Odios, se sentían en confianza.

Es claro que él había provocado la guerra entre Juk'lar e Ílosan. Y fue tan sencillo... Lo recordaba con perfecta claridad. Hombres Oso de Juk'lar persiguiendo a su presa, una mujer conejo, y poco a poco acercándose a la Marca de Ílosan... Para cuando atravesaron la Marca, la nieve cayó inmisericordemente sobre ellos, y pensaron que la habían perdido. Cuando buscaban el camino a casa, creyeron verla venir.

Entonces, por órdenes de Oro'ir, Alan'ar, el Odio que había consumido a la mujer conejo, asumió la forma de su presa.

Este peculiar talento de los Odios era desconocido para las demás razas, que en sus leyendas sobre los temibles Bárbaros de las Sombras, únicamente los conocían por su ferocidad en el combate y su forma de consumir a sus enemigos. Nadie sabía que, cuando un Odio maduraba hasta ser capaz de contener su voracidad por momentos, poseía todos los recuerdos y aptitudes de su alimento, incluyendo la de tomar su forma por lapsos cortos.

Alan'ar en su disfraz consumió a los Hombres-Oso sin mayor trabajo, para descubrir que eran generales de Juk'lar, y consejeros del Rey de los Hombres-León. Con los conocimientos de Alan'ar, Oro'ir comenzó a tramar su venganza por la única derrota en la historia de los Odios, contra el tatarabuelo de Grröthar, 500 años atrás.

Así, los Odios supieron precísamente qué rastros dejar que serían invisibles para un Hijo de Ílosan, pero evidentes para un Hombre de la Jungla: Unos cuantos cabellos de Hombre Oso tirados en la nieve, y una sencilla cinta de cuero adornada con un colmillo.

El Rey de los Hombres-León, irascible como era, había caído en su trampa. Poco importaba ya que Grröthar fuera consciente de ello; el daño ya estaba hecho. Ninguna propuesta de paz podía satisfacer a los Hijos de Ílosan ante la ruptura del báculo. Además, Ssill había sido humillado. La Tundra entera, cuya frialdad los hacía incapaces de comprender los impulsos del Félido, tomaría la reacción impulsiva de Grröthar como afrenta personal.

Y por supuesto, una guerra entre Ílosan y Juk'lar no podía ser ignorada por los Odios. Cumpliría su promesa al rey de la Jungla: Pasara lo que pasara, los Odios se alimentarían bien ese año...

23 April 2010

Discusiones religiosas III (Ora sí, ya, les prometo que es la última... NOT!!!)

Esta vez la discusión la estoy teniendo conmigo mismo.

Ya no sé de qué sabor religioso soy. Otra vez me desconvenció el Catolicismo de mis padres, cuyos principios reconocería y respetaría si fueran realizables y asequibles.

(Es decir, uno se topa con una Iglesia que lleva 2,000 años sosteniendo la misma postura frente al sexo, que es una postura respetable... pero luego, se topa uno con joyitas como las declaraciones del Card. Arizmendi. Sí, la sociedad está sobreerotizada, pero se supone que ellos optan por apartarse de la sociedad y vivir en comunidades separadas o en casas parroquiales para alejarse de las partes negativas de la misma. Que no nos vengan a echar la culpa de Maciel.)

La Iglesia en México nos hirió a quienes entonces éramos sus fieles con esos comentarios. Me parece, en ese sentido, mucho más auténtica, valiente y loable la postura del Papa.

Pero luego, se topa uno con otros detalles, como que nos enseñan a todos que "todo pecado en materia de sexto mandamiento es grave" (y sacan por allí una cita sanpablezca), cuando el Catecismo de la Iglesia Católica dice que puede ser grave o leve según varios factores (y de entrada, excluye la masturbación del adolescente de los graves). A la mayoría de la gente que yo conozco nos han engañado. No se han tomado la molestia de utilizar los recursos que la propia Iglesia les provee para instruirnos en la fe; nos imponen a nosotros la responsabilidad de irnos enterando, pero luego, ellos que retienen el monopolio del perdón de los pecados, no se preocupan en estar actualizados sobre la "legislación" que su propia Iglesia les da sobre sus ofensas (cuando además ésta está disponible gratuitamente por Internet en al menos ocho idiomas, incluyendo el español.)

Así que los laicos tenemos la culpa de que haya curas que violen niños; no tiene nada que ver el hecho de que ellos, contra lo que dicen sus propias autoridades, le enseñen a toda la población a reprimirse.

No me gusta la idea, y eso, hace que afloren otras inquietudes que quedaban latentes de mis primeras renuncias a la fe de mis padres (y que yo, en mis sucesivos regresos, había optado por callar por humildad y aceptar las respuestas que la Iglesia me ofrecía por fe [lo cual es menos descabellado de lo que suena]):

El culto obligado, la adhesión impuesta, y la visión de la vida como una eterna batalla entre Cielo e Infierno, en la cual somos un insignificante puntito... No quiero creer que no importo, que no importamos, en el gran esquema de las cosas. Hacer lo del diario ya es grande, pero además algunos podemos hacer aún un poquillo más. No creo que eso sea irrelevante a los ojos de Lo Que Sea Que Esté Allá Arriba.

No me quiero terminar de decidir por las opciones que había tomado anteriormente; supongo que seré un "agnóstico en el clóset" hasta en tanto no decida qué rumbo definitivo deben tomar mis creencias.

Por el momento, evitaré orar, acudiré al culto para permitir que influya en mí pero con ojo crítico, y estaré observando. Cuando encuentre una corriente con la que pueda comulgar, veré la manera de adoptarla formalmente sin causar escándalo.