31 July 2006

MAD WORLD

Los dedos teclean y los párpados pesan... no me hago responsable por lo que suceda en las siguientes líneas...

Remember, son, that a house in shambles may not look good, but it's a starting point. I guess I have a hard time admitting my vulnerability. I dread this sad mourning spells because they weaken me; because they show one of the sides I try most desperately to hide from myself. Weakness scares me. I dislike weakness because I don't know how to react before it; because it forces me to admit that I share that weakness. It drowns me. I am helpless, in a sea in which the tide is too strong and the shore is too far. I can't ask a helping hand to come -I don't dare to-, but then, I remember the proverb: When you need a helping hand, look for the one at the end of your arm.
So I begin paddling weakly.
Sometimes, when I use boards to stop myself from feeling the pounding of the waves, I end up farther from shore than when I first clung to them. You see, there is something about the pounding of the waves: You learn out of every blow. Taking the waves to the chest teaches you the pace of the Tides. This knowledge can be used to move with the waves and get to shore, if not with less effort nor faster, safely and surely, at least and at last.
I am not on shore yet... I am scared of the choppy waves, of the rumors about sharks, of the smell of salt, of the shore itself... And yet, I know I have to get there.
But I have finally made my choice -again- not to hold on to a board for as long as I can endure, so I can get there safely. I will have to face the challenges as they come, with no planning ahead. What I have going for me is that I seem to have lost the fear of the waves themselves, and I will charge through them with all the speed my body can manage... because that is what I came here to do.

30 July 2006

Quiero que callar baste.

Hoy quiero poder no decir nada.

Quiero callarme cuando me veo al espejo.
Quiero que cesen los murmullos: ¡Gordo, borracho, y pendejo!
Quiero llenar con silencio esas dos notas que han hecho eco a lo largo de mi vida: so-lo.
Quiero también que cese la risa, que se callen los exabruptos, que terminen los discursos; que cese la presunción, para dar lugar no a la humildad ni a la contemplación, sino al silencio...
Que se alejen los fantasmas chocarreros para que pueda dormir; que se aleje el sueño, para que mis ronquidos no me despierten.
Quiero acallar también el sonido de las bestias, que aguardan en la oscuridad del camino para devorar al incauto.
Y quiero que calle el silencio, porque su ruido es el más molesto de todos.

Hoy quiero que callar baste.

Porque en la más tediosa y bachicha de las calmas, es donde la mente se sumerge en el ruidoso torbellino del caos, y cuanto más callada está la casa, más se sacude mi alma.
Porque no hay palabras que contengan la alegría de una sonrisa, ni la tristeza de un suspiro.
Porque la euforia es ruido y el llanto es tormenta.
Porque ante la sed de nada, ni la nada nos satisface.
Porque el sonido de la batalla es ensordecedor.
Porque prefiero que me arranquen las orejas a escuchar un solo golpe más, una sola lágrima, un solo estribillo fanático.
Porque la poesía ya no deleita mi alma y la echa al vuelo, sino que la inquieta primero y le corta las alas.
Porque cuando el ser no es, la rima no rima y la luz lo turba.

Hoy quiero que callar baste.

Si te miro a los ojos, ya no quiero ver mi reflejo.
¡Ya me cansé de sus miradas hambrientas, que no se cansan de capturarme con su perpetuo escrutinio!
Me siguen porque les hablo, me acosan con sus preguntas... ¿qué no entienden que quiero estar solo? y cuando lo estoy... los extraño.
¡Si me quieres, tómame para tí de una maldita vez! ¡Anda, destrózame, desnúdame, y ríe! ¡Denígrame y muéstrate cual eres, pero ya no juegues más!
Así, que cuando mire sus ojos, quiero verlos a ustedes.
Y quiero que mirarlos baste.

Hoy quiero que callar baste.

Porque, ¿para qué hablar si junto caminan con audífonos? ¿Si prefieren el sonido del metro, del auto, del perro, del agua, de la nada?
Porque hoy no puedo escribir de nada -ni de la nada misma-; porque soy nada, porque me dirijo a la nada, y porque terminaré, inevitablemente, brutalmente, poderosamente, convertido en nada y nada más. Porque cada espacio dice más que todas mis letras. Porque más allá del silencio están mi fuerza y mi debilidad.

Hoy, quiero que callar baste.
De una vez y para siempre.

Y quiero mirarte a los ojos, mi vida,
Y que baste, que baste, que baste...

23 July 2006

El Matahormigas

Me llegó un mail titulado "el ingenio de una hormiga", que quiero compartir y comentar aquí...
Se trata de una hormiga que lleva una paja varias veces más larga que ella misma, que la usa de puente para pasar una pequeña grieta en la tierra. La metáfora es que nuestras cargas se convierten en nuestra fuerza cuando les dedicamos todo nuestro empeño. Al poner ejemplos, el mail se refiere a cosas -que en sí mismas son defectos- que ciertas personas convirtieron en una motivación para hacer algo.
A veces puede funcionar...
Pero estoy en desacuerdo.
El caso de la hormiga no funciona, porque lo importante de la paja para la hormiga no es su peso, ni el hecho de que se le pueda usar de puente, sino el valor que la paja tiene para el hormiguero, donde seguramente la paja será utilizada como alimento o como material para hacer su nido. En ese sentido, la paja es deseable y buena para la hormiga que la carga.
En cambio, no he conocido a alguien que realmente desee sus propios defectos; si bien aceptarlos sí es un indicador de madurez, no creo que el escritor paralítico quiera seguir paralítico. A pesar de lo bien que ha canalizado los sentimientos que su problema le produce, una incapacidad no es intrínsecamente deseable; al contrario. Si fuera así, Juan Rulfo se habría cortado las piernas. Y si a nuestro escritor hipotético se le ofreciera una cura, no creo que dijera que no porque "escribe mejor sin piernas."
Hubo un ejemplo del mail que por razones de ego me resultó particularmente molesto: El del estudiante que, por su timidez, se convierte en un gran investigador.
Soy tímido. Bastante. Y, francamente, me arrepiento mucho de todas las veces que he dejado de hacer lo que quería hacer porque mi timidez me lo impidió.
Así que, pues, paso a paso, va uno tomando la decisión de superarse, con el estribillo aquél que le atribuyen al P. Maciel: "Conócete, acéptate, SUPÉRATE." Creo que el mail de la hormiguita cobardemente nos propone no dar ese último paso.
Finalmente, este investigador nuestro no se casó por tímido, y constantemente tiene que aceptar a coautores en un trabajo que en realidad es sólo suyo porque él no tiene la presencia ni el valor para hablar en público en las presentaciones de sus libros. Vive investigando para distraerse de su frustración por todas las cosas que no hizo, porque su timidez se lo impidió. Me queda claro que las habilidades investigativas ya las tenía -si no, no podría haber sido un buen investigador,- y si bien es bueno que su miedo lo haya llevado a conocer la investigación, e incluso a decidirse por ella, el problema está en después optar por no superar la timidez "porque, finalmente, por eso soy un gran investigador". Es decir, aplicado a la metáfora de la hormiga, el problema no está en cómo cruza la zanja, sino en si después de pasar llevó o no la paja al hormiguero, que era, a fín de cuentas, la meta.