08 April 2006

¡Muere, poeta!

Estaba leyendo comentarios de una cierta obra literaria cuyo autor y contexto histórico creo conocer bastante, y leía las reseñas de los críticos que parecían los pasos titubeantes de un grupo de bebés en un túnel de ciegos (sin luz.)
Me reía de cómo daban profundidad a lo que, a veces por comentarios del propio autor y a veces por lo que conozco de su vida privada, no lo era; de cómo ponían palabras en su boca, y de cómo es tal nuestro afán por llenar los huecos, que elevamos en un pedestal las palabras más inconsecuentes y los detalles más terciarios de una obra.
Y nos pasa a todos; a mí también, y ese es justamente el trabajo de los críticos, aunque no deje de ser ridículo.
Pero luego, me quedé pensando en una cosa que Mariana me dijo cuando le expliqué todos los porqués de un relato que escribí. Me dijo: ¡Ya le quitaste el misterio!
Y es que sí; parte de la universalidad de la literatura está en esa magia que tiene de decirnos cosas que ni el autor se imaginaba; se me viene a la mente cuando, en la película Finding Forrester, Sean Connery contesta con soberbia que se rehúsa a seguir escribiendo para que otros pretendan saber lo que su obra "es" o "significa", porque él lo sabía mejor que ellos... Y me pregunto si esa respuesta, y si la mía inicial a las críticas de la obra que menciono al inicio, no son, además de una terrible falta de humildad, un atentado contra el arte.
Es decir, la fuerza de la Patética de Tchaikovski no está en las conjeturas sobre el motivo de su muerte, ni en su homosexualidad reprimida, y aunque la sordera de Beethoven haga más increíble su composición, no le quita ni le añade a la Novena en sí; Aída de Verdi no es mejor porque se haya inaugurado el Canal de Suez, ni Traviata es más grande porque murió su esposa. Lo mismo puedo decir de obras más conocidas pa los asiduos del blog (porque me las han oído a cada rato): Nymphetamine no perdió ni ganó, como obra, por ser una de las canciones del soundtrack de Resident Evil, ni Wait for an Answer, en sí misma, cambia por ser parte del último disco de Blind Guardian en que tocó Thomen Stauch.
En la música es mucho más claro: La universalidad del arte, radica no en que a todos nos comunique lo mismo; para eso, nada mejor que una objetiva, robótica, y nada artística crónica noticiosa por algún periodista verdaderamente imparcial. No, la fuerza del arte yace más bien en que, comunicándonos a todos las mismas emociones, nos da a cada uno un mensaje distinto; aunque evoque el mismo sentimiento, habrá tántas interpretaciones como quórum tenga la obra.
Así que, creo que seré más cuidadoso al juzgar a los críticos de arte...

1 comment:

Nerea said...

Y sí, lo único que nos queda, lo único que podemos entender de los textos es su interpretación, y eso siempre va a estar corrompida, pero también cargada de un valor especial y particular. Creo que el problema es querer hacer hermenéutica con la literatura (o con la música), mientras es sólo un cúmulo de emociones y por eso vale, y por eso podemos decir cualqueir cosa de ella, porque trasciende nuestra comprensión racional y nos eleva, y eso es lo que vale.
(Ya regresé! Te quiero mucho, ah, y me encanta que me cites jeje,ciao!)