Abraza tu angustia, Dasein, que es lo único que tienes.
Tú no elegiste existir, sin embargo, héte aquí, y héte solo. ¿Quién hay que pueda comprender tus sentimientos? Ya se les olvidó, Dasein, que no eres reductible a un concepto; que no se te puede definir, ni describir en dos renglones; que ni la suma de tus pensamientos ni la de tus experiencias basta para describirte, porque incluso esas, tú, Dasein, las viviste de manera diferente.
Dios te arrojó al mundo, pero no te hizo completo. Al contrario, te dotó con la defensa de la incompletud. Por eso, ahora sientes angustia, miedo, y ese dolor sordo que estruja tu corazón y lo ahoga. Eso que te carcome y te mata es el crisol que habrá de fortalecerte, y siempre y cuándo te llenes de pasión, no temas caer en el error. Dasein, abraza tu angustia. Abraza tu angustia, Dasein. Aférrate a ella; a lo que te cambia y te crece. Esa soledad que viene de saber que sólo tú la sientes te permite tomar tus decisiones dandoles a las cosas su justo valor. La soledad, hoy devaluada, nos permite alejarnos del mundo para entender las cosas más objetivamente, y la angustia hace que aportemos el elemento subjetivo. No te preocupes, Dasein, porque si tienes angustia, tienes pasión. Abraza tu angustia, y abrazarás tu pasión.
Camina tu camino, Dasein, amigo. Yo sé que quieres que te tiendan la mano, yo sé que quieres saber qué hacer, pero yo no puedo buscar tu respuesta. Sólo puedo caminar junto a tí, de la mano, dejando que tú decidas a dónde ir. Pero sea donde sea, decidas lo que decidas, iremos juntos.
Quien tenga oídos para oír, que oiga.
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