¿Cómo está el día?

-¿Que cómo está el día? Nostálgico caballero, véalo Ud. mismo.
Salga por un momento y respire el aire de afuera... ¡Verá una lluvia de recuerdos caer sobre su infortunada cabeza! Pero no, no se preocupe, no necesito pareguas.
Hay poco qué celebrar aún (la celebración viene después), pero sí hay mucho que recordar...-
El anciano se sienta trabajosamente en las frías bancas férreas del parque. La lluvia no parece importarle. Cuando el ocupado hombre con el paraguas -y el portafolio, y el reloj, y el bíper...- le pregunta porqué no le molesta, el anciano lo invita a sentarse, y replica:
-Mire, caballero, el caer de las gotas... Caen lastimosamente sobre la cabeza, y son un golpe, una molestia, y una lágrima, según si se las ve de arriba o abajo. La gota sabe que cesará su existencia al tocar nuestras cabezas, o el suelo. Mire el gris del cielo, que se viste de luto por las gotas que caen. Pero allí no acaba todo. Las gotas reverdecen al parque... ¡Mire caballero! ¿Dice usted que está lloviendo? Pues yo digo que la tierra está pariendo, y con mucho dolor. Yo digo que se esfuerza, ¡que irriga las semillas, resultado de una arbórea violación!... y que con eso, prepara la sala para recibir una nueva vida. ¡Sienta! ¿Sintió ese suspiro? ¡Sí, esa brisa fría que toca su cara! ¡Es el penoso bufido de la Tierra dándo a luz!-
La voz grave del anciano calla de golpe, y sin cerrar la boca, el viejo vagabundo barbado contempla atónito el fenómeno de la vida misma, y recuerda...
Y de sus recuerdos, nace una afirmación más, que el hombre ocupado parece no entender:
-...Sea así para todos, y para todas las cosas vivientes. Sin dolor, sin parto, no hay vida ni lección. Hoy recuerdas con pesar, hoy arrastras tus cadenas, hoy gimes y suspiras... mañana, tendrás en tus brazos una nueva vida: la tuya. Y la tierra entera se renovará y saltará de gozo. Pero primero, a parir. Sea así para todos, y para todas las cosas vivientes en todo tiempo y lugar. AMÉN.-