Ahora sí, es el colmo.
Una maestra se atrevió a hacer su "meta personal" de mi conversión, comprometiendo, además, en el momento, a otra maestra que no estaba de acuerdo pero se encontraba ahí. (La segunda después me tuvo que llamar aparte a hacerme la aclaración.)
Me encargó el miércoles antes del puente de muertos que fuera a misa, le llevara la hojita, y leyera el Evangelio de ese domingo. (Soy más listo que eso: le pedí a mi mamá prestado el misal del mes, y chequé el dato.)
Pero me hicieron intuír que se usarían contra mí las prerrogativas de maestra en mi contra, y me chantajearon a aceptarlo como favor.
No encuentro las palabras para expresar mi indignación y mi molestia: Si alguna vez consideré regresar, me están dando razones de peso para no volver. Ponen su "verdad" por encima de todo lo (poco o mucho) que me ha enseñado la vida. El amor parece aparejar la condición de que seas cristiano, para poder merecerlo. Y ¿saben qué? No se vale, cabrones. Yo los quiero por lo que son, y mira que a varios tengo mucho que enseñarles. El amor no depende de un mayor o menor contenido de verdad, sino del desear realmente el bien de la persona. Ojo, no sólo desear el bien, sino desear el bien de la persona, es decir, partir de la situación, deseos, proyectos de vida, y conceptos del ser amado para hacer lo que esté en nuestro alcance para procurarle lo mejor, hasta donde el ser amado lo desea.
El amor no pone condiciones; no depende de credos, ni de nada más que si acaso la reciprocidad.
¿Quieren morir por "amor"? Pues apúrense, háganosla buena a los "paganos", y cuando terminen, no dejen de echarnos un ojo desde su "cielo" para ver cómo logramos seguir todas las enseñanzas de su "dios" mejor que ustedes, porque nosotros no les ponemos etiquetas.
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Piensa el amor en medio de esta disyuntiva: "dejar ser" o "guiar". Piensa más ahora en los amigos, no en las mujeres (que parecen ser otro cosmos). El extremo del primero es la indiferencia; del segundo quizá el "dominio", o la coacción. En todo caso, he llegado a pensar en un "ser amado" como un acompañante.
Este problema toca tambien el de la Libertad y sus límites (y si lo piensas bien, toca todos los temas y problemas sin solución inmediata), pero para no ir tan lejos, piensalo de las dos formas en que te he sugerido.
Y no sé, tal vez si lo vuelvo a pensar bien, descubro una inmensa dificultad en definir el amor. ¿Amor como deseo nadamás? No, requiere acción. Pero ¿hasta dónde actuar o hasta dónde detenernos? (que puede ser leido, según lo propuesto: ¿hasta dónde "guiar" o hasta dónde "dejar ser"?).
Esto no va ya dirigido hacia la religión, sino hacia nosotros mismos, "paganos", que buscan alejarse de ese tipo de actitudes sin llegar a su extremo contrario.
Algo es indispensable preguntarnos también: si guiamos ¿hacia dónde?; y si dejamos ser ¿hasta cuándo?. Y tal vez la más difícil: ¿Y nosotros qué sabemos? Lo que al final sólo nos procura el silencio, aunque no estemos dispuestos a callar siempre.
¿Hasta donde guiar o hasta donde dejar ser? Los límites, me parece, son dos y son correlativos, e insisto, hablando del amor como la búsqueda del bien del otro (que en tanto que es búsqueda, comprende acción; pero que es antes que nada búsqueda apasionada y añorante; poderoso alarido incontenible que pide y no puede ser ignorado, de ahí el elemento de deseo).
Lo más curioso es que ambos límites son, en realidad, uno y el mismo: Respeto. Respeto por uno mismo y por el otro. Si el amor, si lo que nos lleva a desear al otro, a añorar su compañía, y a buscar su bienestar, no tiene como premisa el respeto, es decir, el "vale por ser quien es, tal como es", no creo que pueda -en justicia- llamársele amor; otra cosa será. Y por lo tanto, si me sitúo en el lugar del ser amado, aquél que me ame deberá respetarme si quiere merecer mi cariño; lo mismo si soy yo quien ama: será auténtico mi amor únicamente cuando empiece por el respeto. Una persona que cometa contra el ser amado, a sabiendas, humillaciones, graves e injuriosas burlas, o incluso cosas peores, no puede amarlo en verdad; quien me ama no me lastima porque desea mi bien; si yo te amo yo no te lastimo porque deseo tu bien, y más aun, si yo me amo a mí mismo, no permitiré que quien pretende amarme me lastime.
¿Cuándo se guía sin respetar?
Cuando no se permite al otro continuar con su proyecto de vida; cuando se ejercen contra el otro cosas objetivamente gravosas, perjudiciales, o simplemente malas sin su consentimiento expreso; y cuando se contraviene de manera inequívoca una solicitud respetuosa del otro, sobre todo en tratándose de límites.
En síntesis, si amo respeto, y por lo tanto, no domino; si nos amamos a nosotros mismos (cosa más que justa y necesaria; todos tenemos algo bueno), nos respetaremos lo suficiente como para darnos a respetar, es decir, para no dejar que nos dominen. O al menos, ahí es donde YO pongo el límite. A cada par de pies, un camino...
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