Me llegó un mail titulado "el ingenio de una hormiga", que quiero compartir y comentar aquí...
Se trata de una hormiga que lleva una paja varias veces más larga que ella misma, que la usa de puente para pasar una pequeña grieta en la tierra. La metáfora es que nuestras cargas se convierten en nuestra fuerza cuando les dedicamos todo nuestro empeño. Al poner ejemplos, el mail se refiere a cosas -que en sí mismas son defectos- que ciertas personas convirtieron en una motivación para hacer algo.
A veces puede funcionar...
Pero estoy en desacuerdo.
El caso de la hormiga no funciona, porque lo importante de la paja para la hormiga no es su peso, ni el hecho de que se le pueda usar de puente, sino el valor que la paja tiene para el hormiguero, donde seguramente la paja será utilizada como alimento o como material para hacer su nido. En ese sentido, la paja es deseable y buena para la hormiga que la carga.
En cambio, no he conocido a alguien que realmente desee sus propios defectos; si bien aceptarlos sí es un indicador de madurez, no creo que el escritor paralítico quiera seguir paralítico. A pesar de lo bien que ha canalizado los sentimientos que su problema le produce, una incapacidad no es intrínsecamente deseable; al contrario. Si fuera así, Juan Rulfo se habría cortado las piernas. Y si a nuestro escritor hipotético se le ofreciera una cura, no creo que dijera que no porque "escribe mejor sin piernas."
Hubo un ejemplo del mail que por razones de ego me resultó particularmente molesto: El del estudiante que, por su timidez, se convierte en un gran investigador.
Soy tímido. Bastante. Y, francamente, me arrepiento mucho de todas las veces que he dejado de hacer lo que quería hacer porque mi timidez me lo impidió.
Así que, pues, paso a paso, va uno tomando la decisión de superarse, con el estribillo aquél que le atribuyen al P. Maciel: "Conócete, acéptate, SUPÉRATE." Creo que el mail de la hormiguita cobardemente nos propone no dar ese último paso.
Finalmente, este investigador nuestro no se casó por tímido, y constantemente tiene que aceptar a coautores en un trabajo que en realidad es sólo suyo porque él no tiene la presencia ni el valor para hablar en público en las presentaciones de sus libros. Vive investigando para distraerse de su frustración por todas las cosas que no hizo, porque su timidez se lo impidió. Me queda claro que las habilidades investigativas ya las tenía -si no, no podría haber sido un buen investigador,- y si bien es bueno que su miedo lo haya llevado a conocer la investigación, e incluso a decidirse por ella, el problema está en después optar por no superar la timidez "porque, finalmente, por eso soy un gran investigador". Es decir, aplicado a la metáfora de la hormiga, el problema no está en cómo cruza la zanja, sino en si después de pasar llevó o no la paja al hormiguero, que era, a fín de cuentas, la meta.
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